DESDE EL PUDOR DE LA TIERRA
Acampanados vientos dispersan
polvaredas ingrávidas.
Ondulan hierbas precoces
condenadas a morir.
El canto reseco huye de pájaros enjutos
de picos sin aliento...
Herida abierta es el sol sobre el mapa
de costroso suelo.
Rebotan sones en el horizonte abovedado,
reñido de fatiga austera.
Un espinillo agita su esqueleto
y el olor a tierra,
entrecruza el espacio y se hace barro
en narices de liebres huyentes.
Las plantas sobreviven en semillas,
que esgrimen penachos,
trepidan fuelles, salvan lagunas.
Y un sabor de siglos
retoza los tiempos
sobre esa tierra sedienta,
que el hombre inauguró
fatídico, en todos los confines.
La Iguana
miércoles, 2 de julio de 2008
Poema de Edda Ottonieri
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